sábado, 26 de diciembre de 2009

Inquietud

Se encontraba sentado en un cómodo sillón, sin embargo, no se sentía a gusto. Pensamientos inquietantes le laceraban y no lo dejaban descansar en paz. Llevaba bastante tiempo cambiando de postura constantemente, ninguna le cuadraba. El desasosiego era en extremo molesto, como un ácido corrosivo del espíritu, ¿qué hacer para librarse de él? Hiciese lo que hiciese, allí permanecían obstinadamente. Apretaba los puños y enrojecía al recordarlo.

“Maldito, maldito, ¡mil veces sea maldito! Desagradecido, estúpido, no se da cuenta de que sin mí no es nadie. Yo lo sostengo, soy su esclavo. Me ha tenido esclavizado siempre, ‘¡haz esto, haz lo otro!’, solo me da órdenes. Gracias a mí se viste, gracias a mí se alimenta, gracias a mí vive y, ¿qué cojo en cambio? Más órdenes y más pedidos de sacrificios irrealizables. ¡Pobre de mí! ¡Quién quiere la vida debajo de este fardo! Nunca he hecho nada malo, si lo he hecho solo ha sido con motivos justos, además, todo el mundo hace cosas malas de vez en cuando, pero yo siempre he sido bueno con todos, ¿cuándo dejé de hacerle un favor al pobre pudiendo hacerlo? Temo a Dios, no soy religioso, pero creo en él y lo respeto. ¿Entonces por qué me tocó este infierno en vida? Cada vez me da menos y me exige más. Y yo me vuelvo el bien en persona con tal de complacerlo y alegrarlo y que quizá un iluminado día me diga: ‘Bien hecho’, solo eso, y que nunca más lo repita, que haga como si no lo hubiera dicho y hasta si le alegra, que me trate peor aún, que me grite ‘¡Idiota miserable, lo único que sabes es romperlo todo con tus patas bestiales!’ No importa, yo recordaría aquel añorado ‘Bien hecho’ y como si nada hubiera pasado. Pero no, ni eso, todo son simples sueños e imaginaciones mías. Aunque sé que eso jamás sucederá yo sigo encadenado a sus caprichos, a cualquier deseo fugaz. Me dice: ‘Hazme esto’ y allá va el bobo loco de felicidad a vencer truenos y montañas para cumplir su voluntad pensando que probablemente se ganará una simple sonrisa de aprobación, pero ¡ah, tonto!, al final, cuando con el corazón saltando de emoción y hecho un manojo de nervios voy a darle lo que pidió me recibe un frío ‘Bobo, ¿y tú le hiciste caso a lo que yo dije?’ Más, ¡ay de mí si no hubiera corrido de sólo oír sus palabras! No sé cómo quedo. Por eso ya estoy hasta la coronilla. Toda mi asquerosa existencia arrastrado por los vaivenes de su índice y el premio será la muerte de vejez y desgaste. ¡Por eso que se pudra, que reviente, que explote de humor apestoso, que se las arregle como le dé la gana, que lo ayude un toro, que se muera! ¡Ah, cómo lo abofetearía, como le escupiría, como me burlaría de él, y al final le diría: ‘Me cansé de tus idioteces, so vividor asqueroso, chívate, que yo me voy!’ Y él quedaría rogándome de rodillas con lágrimas en los ojos que me quede aunque fuera un día más, que no lo abandone a su suerte, que se dio cuenta de que sin mí solo es una nulidad insignificante. Irme, irme. Debo pensar bien qué voy a hacer.

Pudiera largarme y si hay algo que no me falta ni un poquito son ganas. De todas formas… um…, sí. Yo también saco algo. ¡Ah, ingenuo! No por gusto tengo varias décadas encima soportándote. Sigue, sigue mandándome tus recados imbéciles, más mentiras te meto, menos estarán los vendedores en sus casas y más se hincharán mis bolsas escondidas. Sigue aplastándome, así no te darás cuenta de que te estoy saqueando y carcomiendo como un gusano a un palo caduco. Y si un día se te ocurre la desfachatez de decirme que me lo estoy cogiendo, te vas a embarcar, no tendrás la más mínima prueba. Es más, mejor ni lo hagas por mucho que se te ocurra; pues soy el único que te sirve y tendrás que seguir mandándome a mí y menos volverá a ti por el agravio que me hiciste. Tus quejas me tienen harto. ¡Cállate por siempre, so basura! ¿Acaso no me agradeces que te haya dado toda mi vida para que la despilfarres como mejor te parezca? ¿O es que pretendes que te devuelva todo lo que me he cogido en justo pago por mi esclavitud? Si eso es lo que quieres, ya sabes lo que tienes que hacer. A fin de cuentas, lo que tú te comes me pudiera aprovechar a mí mejor. ¡Ah!, y no pienses que me engañas con tu repulsiva carita de atención cuando te hablo. Sé que tu mayor deseo es que se me seque la lengua para que no pueda aleccionarte más con mis sabias palabras. Solo un cabeza-hueca ignorante de tu calaña despreciaría mis atinadas sugerencias. Niño obtuso, ¿no te das cuenta de que sin mí estás perdido? Dime casquivano, ¿quién cuidaría de ti? ¿Tú mismo? El solo pensarlo da risa. Y para colmo de males ni siquiera recuerda que antes de que yo le sirviera no era nadie. Un don nadie, un muerto de hambre, un cretino con pretensiones de grandeza. Solo hizo llegar a mí y enseguida emergió de su pantano de frustración putrefacta. Te convertí de burro famélico en humano decente y al final, críticas y demandas para mí, solo dignas de un mostrenco obtuso como tú. ¡Y tener que verte la cara ahora! ¡Tener que salir a respirar tu nauseabunda peste a boca, que ver tu cara deforme y fingida, que decirte todo lo contrario de lo que en justicia pienso de ti! ¡No, no! Por eso, ¡estoy cansado, seguiré como siempre y ahora mil veces peor! ¡Seguiré estafándote, seguiré robándote, seguiré echándote la culpa de todo, seguiré odiándote, seguiré despreciándote, so aberrado, seguiré alejándome de ti, so cochino, seguiré siendo malo, mentiroso, informal, cretino, un demonio y hasta el Diablo mismo para ti, so carroña inmunda!...”

Interrumpió el exacerbado monólogo un pulcro empleado que entreabrió la puerta y dijo:

-Señor Castro, el pueblo ya aguarda por usted afuera.

martes, 22 de diciembre de 2009

Encuentro

Ambos átomos colisionaron. Los campos energéticos del par de electrones de uno repelieron el electrón del otro. La contienda se fraguó durante un tiempo infinitesimal. Luego, producto de la inevitable interacción, el par de electrones de un adversario describió la primera media órbita alrededor del núcleo de su enemigo; el electrón del enemigo circunvoló la mitad del núcleo del otro. Surgió una molécula de agua.

-

Los logros de una como de otra especie las habían hecho dueñas de sus respectivos universos conocidos. En el primer contacto accidental las emanaciones teraogoniónicas de los seres no materiales quemaron a casi todas las criaturas del ámbito cuatridimensional y los movimientos físicos de estas últimas hicieron desvanecerse a gran parte de los otros. La megabatalla duró incontables eones, se peleó a ciegas. Luego, al cabo de millones de centurias, ambas razas encontraron la verdadera naturaleza de su enemigo y se estableció el primer diálogo:

-¿Por qué nos destruyen?

-Nos defendemos.

Surgió un nuevo mundo que descubrir para ambas.